1. Mayor vida útil de los equipos:

Reducen el desgaste mecánico del motor, las correas, los engranajes y otros componentes de la transmisión al eliminar los arranques bruscos.
Disminuyen la tensión en los cables y conexiones eléctricas, previniendo fallos y averías.
Prolongan la vida útil de los rodamientos y cojinetes al evitar la sobrecarga inicial.

2. Ahorro de energía:

Limitan la intensidad de arranque, lo que se traduce en un menor consumo energético durante el arranque del motor.
Optimizan el rendimiento del motor al permitir un arranque progresivo y controlado.
Permiten la configuración de diferentes perfiles de arranque para ajustar el consumo a las necesidades específicas de cada aplicación.

3. Mejora de la seguridad:

Reducen el riesgo de accidentes ante posibles los tirones y vibraciones mecánicas bruscas durante el arranque.
Disminuyen el riesgo de sobrecargas en la red eléctrica al controlar la intensidad de arranque.
Protección del motor contra bloqueos mecánicos, sobrecorriente, cortocircuitos y sobretemperatura.

4. Mayor productividad:

Reducen el tiempo de inactividad al minimizar los fallos y averías del motor.
Permiten un control de arranque y paro suave y preciso, lo que mejora la calidad del resultado final del proceso.
Optimizan la eficiencia de los procesos industriales al reducir sobretodo los tiempos de parada o frenado.

5. Versatilidad y flexibilidad:

Se adaptan a una amplia gama de motores eléctricos de diferentes potencias y tensiones.
Ofrecen una gran variedad de funciones y configuraciones para personalizar el arranque y la parada del motor.
Permiten la integración con otros sistemas de control y automatización industrial.